sábado, 5 de julio de 2008




Mario Jorge Soto Weninger
Molinos de viento
Por Luis Alberto Vásquez
Mario Jorge Soto Weninger ha llegado hasta el fútbol profesional a punta de coraje. Con mucha disciplina y dejando el alma en la cancha, partió con sus chimpunes y muchas ilusiones desde su natal Moyobamba, donde vistiera las camisetas de su primer equipo, el Zaragoza, la de su barrio Belén y el de la naranja mecánica del San Martín en la regional y por supuesto el guinda de su colegio Ignacia Velásquez, en busca de la gloria.

Llegó hasta la heroica ciudad de Tacna para probarse en la reserva del Bolognesi, donde demostró sus cualidades y un tiempo después saltó a la cancha con el primer equipo para dejar su huella de talento y sacar aplausos a la tribuna, cuya hinchada grita su nombre en medio de cánticos y banderolas rojas como el color de la sangre que les late en el corazón.

Una tarde de domingo un muchacho con una camiseta roja en el pecho inunda de coraje la cancha del estadio nacional de Lima. Con un toque de ternura acaricia la pelota y se la deja a su compañero libre de marca, quién la devuelve en pared y un número 7 todo terreno se avalancha contra él. Como si jugara con cuatro piernas, el aliancista experimentado Marco Ciurlizza quiere taparle todo y dejar sin respiración el agitado corazón de Mario Soto, que esquiva la primera arremetida, se va para atrás y con un toque de barrio, izquierda, derecha, le mete la pelota entre las piernas y sale airoso de la jugada, elegante, mirada en alto, dejando atrás al rival con un mensaje claro: ya es hora que te vayas a la casa, porque una nueva generación se ha adueñado de la pelota para darle alegría al corazón.

En el verde césped de la esperanza, Mario Soto se transforma. “Siempre juego porque me gusta, me vacila hacer locuras con una pelota”, nos confiesa con la tranquilidad que le caracteriza.
Debutó a los 14 años en primera división con la camiseta del Club Zaragoza y se acuerda que le dieron duro, pero no se amilanó. El chino Fernando Cheng fue su entrenador cuando ingresó casi temblando por primera vez a la cancha y no se acuerda que le dijo.
“Yo solo jugué como en la calle, como en el colegio, porque
el fútbol es bacán”

Con la camiseta de su colegio Ignacia Velásquez fue campeón dos veces y con del Zaragoza no le fue tan mal. Con la crema del histórico equipo del Atlético Belén sus sentimientos eran otros, pues esa camiseta de su barrio le latía diferente y luego se puso la camiseta de la franja naranja del Emilio San Martín para demostrar su habilidad en la regional y que le sirvió para mostrarse en otros escenarios y que los ojos de los directivos del Vallejo y el Sport Ancash se fijaran en el muchacho tímido que hacía diabluras con una pelota pegada al tobillo.

Y es que Mario todavía hasta hoy juega por amor, tranquilo, callado, con pinta de pelotero fino, bacancito al caminar, pero que se transforma en una cancha donde hace malabares con la pelota. Su toque sutil y con precisión milimétrica saca aplausos de la tribuna y sus pases con profundidad con una velocidad increíble, le llena los ojos a cualquier entrenador de fútbol.

Cuando Mario tiene la pelota pegada al botín y se detiene para enganchar y llevarse un par de rivales, solo una patada artera le pone fuera de juego. Cuando arranca por la derecha y deja regados a dos o tres y viene su centro milimétrico y a tiro de gol, solo sabe sonreír discretamente. Cuando la juega chiquita, hace huachitas y la toca con la punta, es porque se está acordando de esa morocha que le tiene loco la vida y quiere dedicarle esa jugada. Cuando su cuerpo se inclina para la derecha a la carrera y saca con toque mágico el pase por el lado izquierdo, espera la pared con pinta de guerrero, para llevar a su equipo con todo el alma hacia la victoria final.

El volante creativo también quita, marca y jode. El chileno Parko Quiroz le ha enseñado a marcar y a aguantar todas las patadas. Es hincha de Universitario de Deportes por su garra y admira al Chemo del Solar por su elegancia y se vacila a rabiar viendo por la tele, las diabluras de Ronaldinho Gaúcho.

Y hasta que le llegó la hora que esperó siempre en el fondo de su corazón. En Tacna se le abrieron las puertas del Bolognesi para probarse en el equipo de la reserva y sudó la camiseta como nunca, soñaba y disfrutaba esos días duros de entrenamiento y un buen día, le llamaron al primer equipo, donde a fuerza de paciencia esperó el momento inolvidable. Faltaban pocos minutos para que acabe el partido que el Bolo disputaba contra el Ancash en el estadio de Tacna y el entrenador Sanpaoli casi sin mirarle, le pidió que calentara.
En Moyobamba, su tierra natal, a todos nos latía el corazón y ahí estaba Mario, listo para debutar aquella tarde en el fútbol profesional. Bastó un par de toques, un pase en profundidad para saber de su talento. Un par de domingos más, en el coloso José Díaz, el Bolo se enfrenta a la San Martín y a los 4 minutos del segundo tiempo, el muchacho Soto amortigua una pelota con el pecho, la levanta con la derecha y en una media tijera espectacular, define con la izquierda como los grandes y el arquero Leao Butrón no pudo hacer nada para detener esa locura. En la televisión en vivo y en directo, Mario Soto dibuja la letra M con sus dedos para rendirle un homenaje a su pueblo. Su madre no puede contener su alegría y llora sin reparos al igual que los hinchas del fútbol. El periodista Fhillips Butters se pregunta de dónde salió este muchacho y en la noche el golazo de Mario ya se ve en Fox Sport.

Luego le hace un par de goles a media distancia, con potencia, con elegancia y con coraje al experimentado Oscar Ibáñez, cuando atajaba al Sport Boys, tanto en Lima como en Tacna y una tarde en el Cusco, juega uno de sus mejores partidos frente al Cienciano. Hace jugadas de lujo, la toca con elegancia, la suelta precisa y pone en los pies de sus compañeros aquella pelota con el mensaje de hazte famoso compadre, hasta que desde 40 metros hace estremecer el travesaño y hace temblar al mismísimo chiquito Flores, allá en el territorio de los incas, debajo de las ruinas de Macchu Picchu, donde también ya disfrutaron de su talento.

En Lima le hace un partido espectacular al Alianza, con huachita a Ciurlizza y al camello Soto del Cristal le deja tirando cintura en jugada de ida y vuelta.

Ha jugado fuera del país en Copa Libertadores frente al Nacional en Montevideo y la Copa Nissan en Colombia. Sigue soñando porque sabe que su talento y creatividad está en su corazón, porque esos toques de genialidad las aprendió en las calles polvorientas de su barrio y en el cole, donde jugada por la pura alegría de hacerla feliz a esa negrita linda de sus sueños.

Por ahora no tiene padrino en el fútbol, aunque le sobre talento. Por ahora, su entrenador Juan Reynoso le sienta en la banca, porque no es parte de la argolla, al que el ex capitán de la selección peruana está acostumbrado. Por ahora, Mario espera otra vez la tarde que le llegará para mostrarse una y otra vez, con esa elegancia y esa garra y ese coraje y ese temperamento y ese amor por el fútbol que le hará más grande. La camiseta con la franja roja en el pecho le espera para que algún día le haga latir su corazón con más fuerza.

En los ojos de su madre están sus goles, en la paciencia de la mirada de su padre, sus jugadas analizadas desde la sociología, en el corazón de la hinchada, su juego bonito y en el corazón de Mario Soto, una pelota que late, para ser acariciada como él sabe, como a una mujer que entiende de las locuras de la vida y la ternura.


Luis Vásquez Vásquez
Periodista Moyobambino
Se graduó en bachiller en ciencias de la comunicación y como licenciado en periodismo. Sus obras: Maestra vida, crónicas periodísticas. Confesiones bajo la luna, poesía. La vida continúa, poesía. Versos para el capitán, poesía. Un latino en Nueva York, crónicas. Negra Linda, poesía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

DE VERDAD MARIO MSOTO ERES UN BUEN JUGAROR MIS FELICIRTASIMES H TI
COMO QUISIERA SER TU AMIGAQ
TE DEJO MI CORREO mady_haddy@hotmail.com te kelo mucho amio sigue adelante

Anónimo dijo...

Mario Soto....
Eres Unico y especial.....una vez te dije q jamás me olvidaria de ti, q siempre estaria pendente....Te deseo lo mejor SIEMPRE!Tam